Por la noche, me di cuenta de que mi marido estaba en la habitación con nuestro bebé de un mes, aunque acababa de salir de casa: entré en la habitación del bebé y vi algo aterrador…

Por la noche, me di cuenta de que mi marido estaba en la habitación con nuestro bebé de un mes, aunque acababa de salir de casa: entré en la habitación del bebé y vi algo aterrador…😱😱

Mi esposo y yo nos habíamos convertido en padres hacía poco. Nuestro primogénito nos cambió la vida por completo. Las primeras semanas fueron como de película: agotadoras, pero llenas de alegría. No podía apartar la vista de mi esposo y de la ternura con la que sostenía a nuestro hijo. Parecía el padre perfecto.

Pero algo empezó a cambiar. Al principio, fueron pequeñas cosas: empezó a llegar más tarde del trabajo, se volvió irritable y respondía con monosílabos. Todas las noches, en cuanto Artyom se dormía, pedía «una hora para él solo». Se encerraba en su estudio o se marchaba sin decir adónde iba.

Me dolió. Pensé que tal vez solo estaba cansado, o que quizá tenía depresión posparto; los padres también pasan por mucho. Le di su espacio. Pero ayer todo cambió.

Nuestro hijo se despertó llorando en mitad de la noche. Estaba a punto de entrar en la habitación cuando, instintivamente, miré el monitor. La cámara mostraba que simplemente se le había caído el chupete y ya se estaba calmando. Pero de repente… vi movimiento en la esquina de la pantalla.

Me quedé paralizada. Mi marido estaba en la foto. Estaba de pie en la penumbra, inmóvil, mirando fijamente la cuna. Pero… acababa de salir de casa. ¡  la puerta principal cerrarse!

Se me cortó la respiración. Di un salto y corrí a la habitación de los niños. Lo que vi allí me horrorizó. ( 😱😢Continuación en el primer comentario)👇👇

En la habitación solo estaba nuestro hijo. Ni el marido, ni un ruido. Unos minutos después, volvió de la tienda con una bolsa de la compra, tranquilo, como si nada hubiera pasado.

No pude soportarlo más. Le mostré la grabación de la cámara. Se puso pálido. Se dejó caer al suelo y susurró:

— Pensé que no volvería a suceder…

Me contó que, cuando era adolescente, le diagnosticaron trastorno de identidad disociativo. Con el paso de los años, los síntomas casi habían desaparecido y pensó que se había ido para siempre.

Pero con el nacimiento de nuestro hijo, otra personalidad «despertó» en su interior. No recordaba nada de lo sucedido cuando tomó el control. Y esa parte de él… sentía odio hacia los bebés. Un odio inexplicable y peligroso.

Lloró. Dijo que había empezado a notar lapsos de tiempo, sueños extraños, objetos que no recordaba haber tocado. Pensó que se estaba volviendo loco.

Me pidió perdón. Me suplicó que no tuviera miedo. Prometió ir al médico, ingresar en una clínica. Y yo… yo quería creerle.

Pero esa noche, mientras dormía en el sofá, revisé su teléfono. Había una nota de voz, grabada con la aplicación de grabadora, una que probablemente ni él mismo había escuchado. Una voz masculina —pero extraña, apagada, enfadada— susurraba:

—Mañana. Mañana nos libraremos de él.

Ya no podía arriesgarme. Por la mañana, se despertó en un apartamento vacío. Había cogido a nuestro hijo y me había ido a casa de mis padres.

Ahora vivimos en otra ciudad. Mi esposo está en tratamiento. Solo nos comunicamos a través de abogados. No sé quién era en ese momento: un padre o un monstruo. Pero de ahora en adelante, solo confío en mí misma.

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