Un médico asiste a su exnovia en un parto difícil, pero en el momento en que ve al recién nacido, se queda paralizado de horror.

Un médico asiste a su exnovia en un parto difícil, pero en el momento en que ve al recién nacido, se queda paralizado de horror.😱😱

Ese día, la sala de maternidad estaba abarrotada. Los médicos corrían de una habitación a otra. El doctor acababa de terminar una cirugía difícil y estaba a punto de recuperar el aliento cuando recibió una nueva llamada: paciente en etapa avanzada del embarazo, parto complicado, necesitaba urgentemente un médico con experiencia.

Se puso una bata limpia, se lavó las manos y entró con confianza en la sala de partos. Pero en ese preciso instante, se le encogió el corazón. En la cama, frente a él, estaba ella.

La mujer a la que una vez amó más que a su vida. La que le sostuvo la mano durante siete años, jurando que siempre estaría a su lado, y luego desapareció sin explicación. Ahora yacía allí, sudorosa, con el rostro desencajado por el dolor, agarrando su teléfono con fuerza. Sus miradas se cruzaron.

— ¿Tú? —susurró con dificultad—. ¿Eres mi médico?

El hombre apretó los dientes, asintió y, sin decir palabra, hizo rodar la cama hacia la sala de operaciones.

El parto fue difícil. La presión arterial bajó, el ritmo cardíaco del bebé se ralentizó. Dio instrucciones, dirigió al equipo y mantuvo la calma, aunque por dentro se sentía destrozado.

Solo un pensamiento resonó en su mente: “¿Por qué ella? ¿Por qué ahora?”

Pasaron cuarenta minutos de agonía. Finalmente, el primer llanto del recién nacido resonó en la habitación. Todos respiraron aliviados. El médico tomó al bebé con cuidado en brazos, pero en ese preciso instante palideció ante lo que vio. 😨😱Continúa en el primer comentario.👇👇

—¿Éste… es mi hijo? —se le escapó.

—Qué tontería… —la mujer se giró, pero su voz temblaba.

Levantó la esquina de la manta y se quedó paralizado. En el pequeño hombro del bebé había una marca de nacimiento. Exactamente igual a la suya. En el mismo lugar.

—Dios… —se le quebró la voz—. Tiene mi marca de nacimiento. ¿Es mi hijo?

Se cubrió la cara con las manos. Sus hombros temblaron. Y finalmente, susurró apenas audible:

—Sí. Es tu hijo.

—¿Por qué te quedaste callado? ¿Por qué desapareciste? —habló en voz baja, pero cada palabra transmitía dolor.

Ella levantó los ojos llenos de lágrimas.

—Descubrí que estaba embarazada casi justo antes de irme. Sabía que para ti, la medicina siempre era lo primero. Carrera, artículos científicos, cirugías… Un hijo habría sido un obstáculo para ti. Tenía miedo. Decidí que era mejor desaparecer que retenerte.

Se acercó con cuidado a su cama, tomó su mano y la sostuvo con fuerza.

—Lo habría dado todo por ti. Mi carrera, mis puestos… porque nada es más importante que este momento. Nada es más importante que tú.

Y el pequeño se durmió tranquilamente, como si no supiera que su llegada había cambiado todo: su pasado y su futuro.

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