Llegué a casa del trabajo y mi hijo me abrazó, empezó a llorar y me dijo que ya no quería quedarse con la abuela: me sorprendí cuando descubrí la razón.

Llegué a casa del trabajo y mi hijo me abrazó, empezó a llorar y me dijo que ya no quería quedarse con la abuela: me sorprendí cuando descubrí la razón.😲😲

Crié a mi hijo sola. Mi marido se fue cuando el niño no tenía ni un año.

Desde entonces, he tenido dos trabajos. Nuestra pequeña familia dependía completamente de mí. La mayor parte del tiempo, mi madre ayudaba. A veces tenía que llamar a una niñera, pero era caro.

Le agradecía a mi madre su ayuda, aunque a veces notaba un comportamiento extraño. Podía olvidar algo importante, decir cosas fuera de lugar, como si estuviera en las nubes. Pero yo lo atribuía todo al cansancio o a la edad.

Y un día mi hijo me dijo:

—Mamá, ¿puedes dejar de trabajar?

—No, cariño —sonreí y le di una palmadita en la cabeza—. Necesitamos dinero: para la casa, la comida, tus juguetes. ¿Por qué lo preguntas?

—Sólo… —se encogió de hombros— curioso.

En ese momento, no le di mucha importancia. Pensé que era solo curiosidad infantil. Pero unos días después, ocurrió algo que lo puso todo patas arriba.

Por la noche, llegué a casa después de mi turno. Mi hijo corrió hacia mí, me abrazó fuerte y de repente se puso a llorar.

— Mamá, por favor, no me dejes más con la abuela.

Me quedé atónito.

—¿Por qué, cariño? ¿La extrañas? ¿O te castigó la abuela?

— Ella… ella actúa raro. Tengo miedo.

—¿Qué hizo ella?

Mi hijo miró hacia otro lado, con la voz temblorosa:

— Me dolió… Por favor, no la dejes venir más.

Sentí un escalofrío por dentro. Pero el niño no podía explicarse bien; temblaba y se quedaba callado, como si tuviera miedo incluso de hablar. Llamé a mi madre. Me aseguró que todo estaba bien, que habían jugado y que mi hijo se lo había inventado.

Pero lo vi: mi hijo no mentía. Sus ojos estaban llenos de verdadero terror.

Al día siguiente me tomé el día libre. Le dije a mi madre que iba a trabajar y me escondí en el armario del dormitorio. Mi corazón latía tan fuerte que parecía oírlo.

Vi a mi madre acercarse a mi hijo. Al principio, todo parecía inocente: alisó la manta, volvió a colocar un juguete. Pero luego… 😲😲Continúa en el primer comentario.👇👇

De repente, agarró al niño por el brazo, lo retorció y luego sacó una cuerda de su bolso y le ató las muñecas.

Mi hijo lloraba, llamándome. Mi madre se acercó y le tapó la boca bruscamente con la mano. Pero lo peor estaba por venir. Levantó la cabeza hacia el techo y dijo:

— ¿Ves? Hice lo que me ordenaste…

Escuchó a alguien invisible y luego comenzó a reír: una risa apagada y forzada.

— No, no, no se irá… Es nuestro…

No pude soportarlo y salté del armario:

—¡Mamá! ¿Qué estás haciendo?

Ella se dio la vuelta. Sus ojos estaban desorbitados y llenos de brillo.

—Las voces me lo dijeron —dijo con calma.

—¡¿Qué voces?!

—Están conmigo. Siempre están conmigo… —sonrió, y de repente empezó a llorar y volvió a reír.

Mi hijo sollozaba. Corrí hacia él, le desaté las manos y lo abracé. Mi madre permaneció inmóvil, susurrando algo al vacío.

Llevé a mi madre al médico. Allí, tras los exámenes, me diagnosticaron esquizofrenia.

Tenía miedo y el corazón roto. Esta era mi madre, la mujer que una vez me protegió, me crio y me amó. Y ahora… podía hacerle daño a mi hijo.

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