Mi hijo notó la estatua de un ángel en el patio de una antigua iglesia y de repente comenzó a orar: unos meses después nos sucedió algo impactante.

Mi hijo notó la estatua de un ángel en el patio de una antigua iglesia y de repente comenzó a orar: unos meses después nos sucedió algo impactante.

Mi hijo ya tiene 7 años. Desde que nació, ha estado confinado a una silla de ruedas. Los médicos lo dijeron fría y directamente: «Nunca podrá caminar». Pero esta condición no lo debilitó. Al contrario.

Está creciendo y se está convirtiendo en un niño increíblemente inteligente y brillante a quien le encanta leer libros y hacer cientos de preguntas sobre todo.

Y, sin embargo, tiene un sueño, en su caso, uno imposible: convertirse en corredor.

Claro, entiende que su diagnóstico es un gran obstáculo. Pero nadie puede prohibirle a alguien soñar. Y él sueña, espera y cree.

Sinceramente, admito que a veces me sorprendo pensando: “Quiero ser como mi hijo: igual de optimista, igual de fuerte y capaz de amar la vida, pase lo que pase”.

Un día ocurrió algo a lo que no le presté mucha atención en ese momento. Estábamos caminando cerca de una iglesia antigua cuando, de repente, me pidió que parara, tras haber visto una gran estatua de un ángel en el patio.

—Papá, espera —dijo.

Detuve la silla de ruedas y entonces ocurrió algo inesperado. Mi hijo juntó las manos, cerró los ojos y comenzó a orar. Su voz temblaba, pero cada palabra era sincera:

—Quiero caminar. Por favor, dame fuerza. No haré nada malo y siempre seré bueno.

Se me encogió el corazón al oír la oración de este niño. No sabía qué decir, simplemente me quedé a su lado mientras oraba. Entonces abrió los ojos, sonrió y dijo:

—Vamos, papá.

Pensé que solo fue un momento de fe infantil, nada más. Pronto lo olvidé. Pero mi hijo no lo olvidó.

Unos meses después, ocurrió algo completamente inesperado que nos dejó en shock. 😲😲Continuará en el primer comentario.👇👇

Habían pasado meses. Fuimos a una revisión de rutina con el médico. Todo seguía igual: preguntas habituales, exploración, las notas habituales en el historial médico. Pero en un momento dado, el médico frunció el ceño y miró detenidamente a mi hijo.

—¿Estás diciendo que cuando te serviste el té y unas gotas se derramaron en tus piernas, sentiste dolor? —preguntó incrédulo.

—Sí. ¿Por qué? —respondió mi hijo, sorprendido.

El médico se quedó en silencio, luego suspiró profundamente y dijo palabras que me hicieron dar vueltas la cabeza:

—Mira, si sentiste dolor, significa que has recuperado la sensibilidad en las piernas. Y esa es una señal importantísima. Significa que no todo está perdido. Tienes una oportunidad.

No podía creer lo que oía. Durante años nos habían dicho que todo era inútil. Y de repente, esperanza.

El médico explicó: para que mi hijo pudiera caminar, se necesitaría una cirugía complicada. Muy costosa y con una larga rehabilitación.

Ahora estamos recaudando fondos para la operación. Amigos, vecinos e incluso desconocidos que han escuchado nuestra historia nos están ayudando.

¿Y saben qué? Ya no tengo ninguna duda. Mi hijo se levantará. Se convertirá en un corredor. Porque la fe, la esperanza y el amor son más fuertes que cualquier diagnóstico.

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