La plataforma de observación de piedra se derrumba justo durante el terremoto: la gente entra en pánico.

El sol apenas comenzaba a ascender por el horizonte, proyectando un suave resplandor ámbar sobre el exuberante valle, cuando la tranquilidad se vio interrumpida por un sordo y siniestro estruendo. El mirador de piedra, un monumento emblemático encaramado en lo alto del acantilado, ofrecía a todos sus visitantes una impresionante vista panorámica del valle. Sin embargo, aquella fatídica mañana se convirtió en el epicentro de una pesadilla que nadie podría haber anticipado.

Familias y turistas se habían reunido en la sólida plataforma, deseosos de capturar la belleza del amanecer. Risas y el clic de las cámaras llenaban el aire, ahogados solo por el lejano canto de los pájaros que saludaban el amanecer. Sin embargo, bajo sus pies, la tierra se preparaba para recordarles su poder puro e indómito.

Los temblores comenzaron sutilmente, una suave vibración que fácilmente podría confundirse con la brisa. Pero en cuestión de segundos, el suelo bajo la cubierta comenzó a temblar violentamente. Los gritos perforaron el aire mientras la gente se aferraba a la barandilla, con los ojos abiertos de par en par por el terror. La plataforma de observación de piedra, considerada un bastión de seguridad y estabilidad, era ahora un precario punto de apoyo.

El terremoto se intensificó rápidamente, golpeando el acantilado con una fuerza implacable que hacía que el suelo pareciera vivo y vengativo. La cubierta crujió y se movió, sus soportes cediendo ante la furia tectónica. El sonido de la piedra al romperse era ensordecedor, acompañado por los gritos colectivos de pánico de quienes momentos antes habían sido espectadores de la belleza de la naturaleza.

Una violenta sacudida hizo que una sección de la barandilla de piedra se desplomara al abismo, llevándose consigo a varias almas desafortunadas. El aire estaba cargado de polvo y escombros, convirtiendo el cielo, antes despejado, en una neblina asfixiante. La desesperación se apoderó de los que quedaban, sus instintos luchando contra el caos. Algunos se lanzaron al suelo, intentando protegerse mientras la cubierta seguía traicionándolos.

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