En la tienda, accidentalmente golpeé el pie de un hombre con la rueda de mi silla de ruedas: comenzó a gritarme y a insultarme hasta que llegó la policía…

En la tienda, accidentalmente golpeé el pie de un hombre con la rueda de mi silla de ruedas: comenzó a gritarme y a insultarme hasta que llegó la policía…😨😢

Llevo varios años sin poder caminar. Solía pensar que perder la capacidad de moverme de forma independiente sería el fin de mi vida normal. Sí, es duro; duele física y mentalmente. Pero he aprendido a sobrellevarlo. Acepté mi condición y decidí: seguiré viviendo lo máximo posible, sin encerrarme entre cuatro paredes.

Gracias a Dios, vivimos en un mundo donde las personas con discapacidad son respetadas, ayudadas y donde se crean las condiciones para una vida normal… Pero, por desgracia, no siempre es así en todas partes. A veces te encuentras con personas para quienes solo eres una excusa para desahogar su ira.

Recientemente me ocurrió algo que todavía recuerdo con claridad.

Ese día, como de costumbre, fui de compras al supermercado más cercano. No me gusta depender de los demás, así que intento encargarme yo misma de las tareas cotidianas: elegir productos, ir a correos, pagar facturas. Me da la sensación de que aún tengo el control de mi vida.

Iba de un lado a otro de los pasillos, mirando atentamente los productos. La cesta que tenía en el regazo ya estaba medio llena. Al entrar en otro pasillo, golpeé sin querer la rueda de mi silla de ruedas contra el pie de un hombre que me daba la espalda.

—Lo siento —dije al instante, deteniéndome—. No te había visto.

Parecía una situación normal: chocar con alguien, disculparse y seguir adelante. Pero esta vez no. El hombre se dio la vuelta bruscamente y literalmente explotó de ira.

—¡No me importan tus disculpas! —gritó tan fuerte que la gente al otro lado del pasillo se giró—. ¿Quién va a pagar mi tratamiento? ¡Me lastimaste!

Intenté explicarle con calma que había sido un accidente, pero parecía estar esperando una excusa para arremeter. Su rostro se contrajo y empezó a proferir insultos:

¡Por culpa de gente como tú, el mundo se está yendo al infierno! ¡Basura débil e inútil! ¡Viven a costa de la gente normal!

Cada palabra me dolió profundamente, pero comprendí que discutir era inútil. Sus gritos atrajeron a los empleados de la tienda, y alguien ya había llamado a la policía.

Unos minutos después, dos oficiales entraron al pasillo. Nos escucharon a ambos, intercambiaron una mirada y, de repente, uno de ellos dijo:

“Señor, por favor venga conmigo.”

Me quedé atónito.

—¿Qué? —pregunté, sintiendo la indignación hirviendo por dentro—. ¿Entonces soy yo la culpable? ¿Solo porque lo choqué sin querer?

No tuve más remedio que seguirlos. Salimos y nos dirigimos a la patrulla. Me estaba preparando mentalmente para la humillación, un largo interrogatorio y quizás una multa. Pero en el camino, no pude contenerme y pregunté:

Dime la verdad, ¿por qué me llevaste a mí y no a él? Fue él quien empezó la pelea.

El oficial me miró rápidamente, bajó la voz y dijo algo que me aterrorizó. 😱😱
Cuento mi historia en el primer comentario, y puedes compartirla si alguna vez has vivido algo similar.👇👇

Señor, este hombre es un criminal peligroso. Tiene múltiples condenas por agresiones y peleas. Ha cumplido condena y, según nuestra información, tiene mal carácter y un carácter vengativo. Si lo hubiéramos dejado allí, podría haber regresado para vengarse. Por el momento, no tenemos fundamento legal para detenerlo, así que decidimos que sería más seguro si cree que lo arrestamos. Así no lo buscará.

Me quedé en silencio. Sentí un escalofrío. Darme cuenta de que estaba a solo un metro de una persona capaz de ejercer violencia me provocó un escalofrío.

El oficial agregó:

Casos como este ya han ocurrido. Cumplió su condena, pero al parecer no ha cambiado.

Desde ese día, ya no me arriesgo. Dejé de ir a las tiendas y de pedir todo a domicilio. Me da pena; siempre valoré poder participar un poco en la vida normal.

Pero ahora sé que incluso la salida más común para hacer compras puede convertirse en un encuentro con un peligro que ni siquiera sospechabas.

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