Durante el viaje en coche, mi perra me miraba fijamente y ladraba fuerte, y entonces me di cuenta de que miraba otra cosa, algo aterrador.

Durante el viaje en coche, mi perra me miraba fijamente y ladraba fuerte, y entonces me di cuenta de que miraba otra cosa, algo aterrador.😱😱

La mañana comenzó tranquila. Arranqué el motor, revisé los espejos y contemplé a mi preciosa Bella en el asiento del copiloto. A Bella siempre le han encantado los paseos en coche: se sienta tranquila, mira por la ventana y a veces apoya la cabeza en mi regazo. Obediente, inteligente, nunca da problemas.

—Muy bien, Bella, ¿vamos a hacer algunos recados? —Sonreí mientras arrancaba el coche.

Ella movió la cola en respuesta, pero en lugar de volverse hacia la ventana, me miró fijamente.

Al cabo de unos cinco minutos, su mirada se volvió casi penetrante. Se sentó con la cabeza ligeramente ladeada y siguió mirándome fijamente a los ojos como si intentara decir algo.

—Oye, ¿qué pasa? —pregunté entre risas—. ¿Se me olvidó encender el intermitente?

Ella me ladró de vuelta. No un simple “guau” de advertencia, sino un ladrido fuerte y persistente, como si estuviera discutiendo conmigo.

—Silencio, Bella —le pregunté, echando una rápida mirada a la carretera—. ¿Qué te pasa?

Pero no se calmó. Los ladridos se hicieron más frecuentes y fuertes, y empecé a irritarme. Normalmente, es tranquila en el coche, pero ahora… parecía estar muy nerviosa.

—¿Quizás tienes hambre? —intenté adivinar—. ¿O simplemente tienes sueño?

Bella no respondió a mis palabras. Simplemente se inclinó un poco hacia adelante, sin dejar de mirarme fijamente. Y había algo en su mirada que me inquietó.

—Escucha, me estás asustando… —dije, y sin quitar la mano del volante, pasé suavemente la palma de mi mano por su hocico.

Y entonces me di cuenta. Sus ojos no solo estaban puestos en mí… Miraba algo más, algo muy aterrador. Frené en seco y lo vi… 😱😱Continúa en el primer comentario👇👇

Volví a colocar la mano con cuidado en el volante, pero la sensación de inquietud persistía. Bella seguía sentada, sin pestañear, mirándome a veces a mí, a veces fijamente hacia los pedales.

“¿Hay algo ahí?” Miré hacia abajo instintivamente, aunque desde mi asiento no podía ver mucho.

Ladró con fuerza de nuevo, luego desvió la mirada hacia el camino, como instándome a tomar una decisión. La vi tan decidida por primera vez.

—Vale, vale —murmuré y con cuidado me orillé.

Me detuve, salí del coche y abrí el capó, pero a primera vista todo parecía estar bien. Entonces miré debajo del coche. Allí, bajo la rueda delantera, un líquido turbio goteaba lentamente sobre el asfalto.

“Líquido de frenos…” exhalé.

Me agaché, pasé los dedos por una gota; el olor confirmó mis temores. Uno de los latiguillos de freno estaba roto y el líquido goteaba sobre la carretera.

Me asaltó una idea: si hubiera seguido conduciendo, especialmente en la autopista, los frenos podrían haber fallado por completo.

Levanté la vista hacia Bella. Estaba sentada en el asiento del copiloto, ligeramente inclinada hacia mí, observándome con calma pero con atención.

—Bueno, niña, hoy eres mi ángel de la guarda —dije acariciándole la cabeza.

Y solo entonces me di cuenta de que esos extraños ladridos y esa mirada no eran un capricho; simplemente nos estaba salvando la vida.

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