
La gente en el autobús notó que un caballo corría a su lado, no detrás del autobús: todos se horrorizaron cuando se dieron cuenta de por qué el animal se comportaba de manera tan extraña.
Era un día normal en la carretera interurbana. Un autobús lleno de turistas se dirigía a las atracciones locales. Los pasajeros, alegres e inspirados por el viaje, cantaban, charlaban y se conocían.
El ambiente dentro del autobús era alegre y festivo. Al volante iba un conductor experimentado, concentrado en la carretera, tranquilo y seguro como siempre.
El camino serpenteaba a través de un denso bosque, y todo parecía perfectamente normal… hasta ese preciso momento.
De entre los árboles, como de la nada, un caballo corrió hacia la carretera. Negro, brillante, claramente no salvaje: bien cuidado, con una crin espesa y ojos tiernos. Alcanzó fácilmente al autobús, corriendo a su lado, sin quedarse atrás ni un metro.
Los turistas dentro del autobús sorprendieron a todos sacando sus teléfonos, algunos rieron, otros gritaron “¡Filmenlo, fílmenlo!”, todos pensaron que fue un momento salvaje pero hermoso.
Pero algo en el comportamiento del animal era extraño. El caballo emitía sonidos, como si llamara, como si preguntara. El conductor presintió que algo andaba mal. Redujo la velocidad y finalmente detuvo el autobús por completo. Abrió la puerta y el caballo se detuvo junto al autobús. El conductor se bajó, se acercó al animal y lo observó con atención: no tenía heridas, todo parecía estar bien.
—Bueno, ¿qué querías? —murmuró sonriendo, ya a punto de ponerse de nuevo al volante.
Pero el caballo le bloqueó el paso de repente. Se quedó de pie frente a la puerta, meneando la cabeza como si lo convenciera de no seguir adelante. Entonces, todos los que habían estado observando con interés se sintieron repentinamente incómodos. Unos minutos después, ocurrió algo inesperado, tras lo cual todos comprendieron la razón del extraño comportamiento del caballo. Continúa en el primer comentario.
Unos segundos, el silencio, el zumbido del bosque, el susurro del viento… y de repente una fuerte explosión en la distancia.
Al cabo de un minuto, una columna de humo se elevó por encima de los árboles. El camino había desaparecido: el puente que conectaba las dos orillas del barranco se había derrumbado. Había explotado.
Pánico. Conmoción. Silencio dentro del autobús. Todos comprendieron: si el autobús no se hubiera detenido, habría llegado a ese puente en cuestión de minutos…
Más tarde se supo que la explosión se debió a una fuga de gas en un almacén cercano, y los escombros impactaron el puente. Una cadena de coincidencias, un descuido y una combinación fatal de circunstancias.
El caballo permanecía tranquilo cerca. Como si supiera que todo había terminado.
Para la humanidad, sigue siendo un misterio cómo los animales perciben el peligro inminente. ¿Fue un rescate, un milagro o simplemente instinto? Nadie lo sabía. Pero todos los que estaban en ese autobús sabían una cosa: sin ese caballo, no habrían contado esta historia.
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