
Nos despertamos con el ladrido agudo de nuestro perro, que estaba sentado en el centro de la habitación, mirando fijamente al techo: Entonces notamos algo terrible allí arriba y llamamos a la policía.
Anoche nos despertó un ladrido fuerte y penetrante.
Al principio, no podía entender qué estaba pasando: la habitación estaba oscura, mi corazón latía aceleradamente y el perro no paraba de ladrar, como si intentara advertirnos de algo aterrador.
Mi marido encendió la luz de repente y ambos nos incorporamos en la cama. El perro estaba parado frente a la esquina de la habitación, con la mirada fija en un punto.
—¿Viendo fantasmas otra vez? —Intenté bromear, pero me temblaba la voz.
Pero esta vez no fue cosa de risa. El cansancio, la ira por haber sido despertada en plena noche y la extraña tensión en la habitación hicieron que el momento fuera especialmente perturbador.
Le pedí a mi marido que llevara a la perra a otra habitación para poder dormir, pero tan pronto como él intentó agarrarla, ella se soltó y corrió otra vez a la misma esquina, gruñendo y ladrando.
—Bueno, ¿qué quieres? —dijo mi marido irritado—. ¿Por qué no nos dejas dormir?
Pero entonces se quedó paralizado. Miró con atención hacia donde estaba nuestro perro.
—Llamen a la policía inmediatamente —dijo secamente.
—¿Qué pasa? —pregunté con voz temblorosa y miré en la misma dirección.
Y entonces vi algo aterrador… Allí mismo, en nuestra habitación. Continuará en el primer comentario.
En la esquina, casi invisible entre los pliegues del papel pintado y la sombra del armario, había un pequeño punto negro: la lente de una cámara.
Nos quedamos paralizados. La cámara estaba tan bien escondida que sin el perro nunca la habríamos notado.
La policía llegó media hora después. Los agentes retiraron el dispositivo, lo conectaron a una computadora portátil y revisaron las grabaciones.
No pudieron identificar ninguna cara, alguien había borrado sus huellas de antemano, pero la policía explicó que este tipo de cámaras se utilizan normalmente para espiar a los inquilinos o para recoger material de chantaje.
Intentamos comprender: ¿quién necesitaría esto? No teníamos enemigos ni guardábamos nada valioso.
Unos días después, el investigador nos devolvió la llamada. La cámara estaba conectada a una red y transmitía imágenes a un servidor ubicado en el sótano de la casa vecina.
Cuando la policía hizo una redada, descubrieron que uno de nuestros vecinos, un hombre de mediana edad, tranquilo y discreto, había estado recopilando ese tipo de grabaciones de diferentes inquilinos durante años.
Incluso escondió cámaras en apartamentos donde fue invitado “a tomar una taza de té”, abusando de la confianza de la gente.
Pero lo más escalofriante: entre cientos de archivos, encontraron una carpeta con nuestro nombre. Dentro había grabaciones de las últimas semanas. Cada movimiento que hicimos, nuestras conversaciones, incluso los momentos más íntimos: todo estaba allí.
El vecino fue arrestado.
¿Y la perra? Se convirtió en nuestra verdadera heroína. De no haber sido por sus ladridos esa noche, habríamos seguido viviendo bajo la vigilancia de alguien más, completamente inconscientes.



Để lại một phản hồi