Un policía convicto pidió ver a su perro por última vez, pero cuando el pastor alemán entró en la sala del tribunal, sucedió algo inesperado.

Un policía convicto pidió ver a su perro por última vez, pero cuando el pastor alemán entró en la sala del tribunal, sucedió algo inesperado.

La sala quedó en completo silencio. Ni un sonido. Solo resonó la voz grave del juez al leer el veredicto.

— El ex oficial Alex Miller es declarado culpable de corrupción y abuso de poder… ¿Tiene algo que decir, señor Miller?

Alex permaneció cabizbajo, con los puños tan apretados que tenía los nudillos blancos. Ya no oía las palabras; cada frase lo desgarraba por dentro.

—Por favor… —susurró con voz ronca—. Déjame despedirme de Rex… Él… él es todo lo que me queda. Ya no tengo familia.

Un murmullo recorrió la sala. El juez frunció el ceño y miró al fiscal. Dudó un momento y asintió. Unos instantes después, la puerta se abrió y entró Rex: un pastor alemán con ojos más humanos que los de mucha gente. Caminaba con determinación, como si supiera que no era un día cualquiera.

Alex se arrodilló con los brazos extendidos. Rex corrió hacia él, gimiendo a gritos. El hombre abrazó al perro, presionando su frente contra la suya.

—Perdóname, Rex… Lamento haberte decepcionado… Lamento no haber podido demostrar mi inocencia…

Las lágrimas corrían por sus mejillas. Rex dejó escapar un gruñido bajo, como en protesta, y de repente se apartó.

Y entonces ocurrió algo completamente inesperado 😥😲 Continúa en los comentarios

— ¿Rex? — susurró Alex, sorprendido.

Sin mirar atrás, el perro corrió directo hacia otro agente que estaba junto a la pared. Era el antiguo colega de Alex, Oliver. El mismo hombre que había testificado en su contra. Parecía tranquilo… hasta ahora.

Rex se detuvo frente a él y empezó a gruñir. Profundamente. Amenazadoramente. La sala contuvo la respiración.

— ¿Qué significa esto? — susurró el juez.

Oliver retrocedió. Rex avanzó, se incorporó sobre sus patas traseras y metió la nariz en el bolsillo del uniforme. Oliver se estremeció.

— ¡Aparta ese perro de mí! —gritó, pero ya era demasiado tarde.

Un guardia se adelantó, pero el fiscal le indicó que esperara. Un oficial del tribunal se acercó, abrió el bolsillo y sacó una memoria USB.

—¿Qué es esto? —preguntó el juez.

Rex se sentó a los pies de Oliver y no le quitó los ojos de encima ni un segundo.

La memoria USB estaba conectada a una computadora portátil. Empezó a reproducirse un video. Oliver contando dinero. Oliver falsificando documentos. Oliver al teléfono: «Le echaremos la culpa a Miller. No hablará, es demasiado orgulloso».

— Se suspende la audiencia. El testigo queda bajo arresto. El veredicto contra Miller es nulo mientras se realiza la investigación.

Alex seguía arrodillado en el suelo, agarrándose el pecho. Rex regresó lentamente hacia él y le apretó la nariz contra la mejilla.

—Me salvaste…—susurró Alex.

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