Mi suegra armó un auténtico escándalo en mi cumpleaños por el caro regalo de mi marido: tuve que ponerla en su sitio.

Mi suegra armó un auténtico escándalo en mi cumpleaños por el caro regalo de mi marido: tuve que ponerla en su sitio.

Ayer fue mi cumpleaños. Mi esposo y yo invitamos a todos nuestros seres queridos: mis padres, amigos, así como a sus padres y a su hermana con su esposo. La noche fue luminosa y alegre; la casa se llenó de risas, conversaciones y música. Todo parecía perfecto.

Cuando llegó la hora de los regalos, me emocioné como una niña. Los primeros regalos fueron agradables y sinceros. Mis padres me dieron un sobre con dinero, diciendo que era para cumplir cualquier sueño que tuviera. La hermana de mi esposo me regaló cosméticos, y mi suegra, siempre práctica, me regaló una toalla.

Y entonces llegó el momento en que mi esposo me entregó una cajita. La abrí y quedé boquiabierta. Un anillo de oro con un diamante. Exactamente el que había soñado durante años.

— “Pero esto es tan caro…” susurré.

— “Nada es demasiado para ti”, sonrió mi marido.

Lo abracé y lo besé, más feliz que nunca. Pero en ese preciso instante, la celebración cambió de repente.

—Entonces, ¿no tenemos comida en casa y tú le compras regalos tan caros a tu mujer? —espetó mi suegra.

—Mamá, llevo mucho tiempo ahorrando para este anillo. El dinero está ahí, no te preocupes —respondió mi marido con calma.

—Tu hermana está renovando su casa, deberías haberla ayudado en lugar de gastar dinero en tonterías —continuó.

— ¡Pero hoy es mi cumpleaños! — No pude contenerme más.

— ¡Y nunca le ha dado nada a su propia madre! —gritó mi suegra.

Gritaba cada vez más fuerte, acusándonos a mí y a mi esposo, llamándonos desagradecidos y desvergonzados. Los invitados se quedaron paralizados, sin palabras; nadie se atrevió a intervenir.

Y en un momento ya no pude soportarlo más e hice algo que hizo que mi suegra se arrepintiera profundamente de su comportamiento 😱🫣Continúa en el primer comentario👇👇

Me quité el anillo del dedo y lo arrojé con todas mis fuerzas directamente a su cara.

—¡Atragáchate! —dije—. Lo más importante es que tengo un esposo que me quiere a mi lado. Y tú, si eres tan celosa, está claro que nunca conociste el amor verdadero ni recibiste regalos de tu marido. No se trata del dinero; solo eres una mujer rencorosa y envidiosa.

El silencio en la habitación se volvió ensordecedor. Mi suegra, roja de ira, se levantó bruscamente y se fue, dando un portazo.

Volví a sentarme a la mesa, pero mi sonrisa se desvaneció poco a poco. En mi interior, la ira y el dolor se mezclaban. La alegría del regalo se había desvanecido. Y ahora me pregunto: ¿Fui demasiado lejos? ¿Quizás no debería haberme rebajado a su nivel?

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